La fragilidad de la vida: Frozen River

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He de reconocer que suelo sentir una profunda aversión visceral hacia el cine independiente norteamericano (el dichoso Indie), tan de súper moda en círculos intelectuales y en videoclubs súper alternativos. Detesto que algo circunstancial se transforme en un género propio, pero hay que admitir que gracias al Indie, hemos podido ver unas cuantas joyas cinematográficas maravillosas, entre ellas la demoledora Frozen River (2008).

La película de Courtney Hunt nos retrata la historia de dos mujeres desesperadas que pasan inmigrantes ilegales de Canadá a USA. Ray, ama de casa con dos hijos, lleva años ahorrando para comprarse la casa de sus sueños, pero su marido les abandona llevándose todo el dinero. Completamente arruinada y prácticamente sin dinero para comprar comida, conoce a Lila Littlewolf, una mujer mohawk un poco trastornada que le enseña una manera de conseguir dinero fácil, atravesando el inmenso y helado río Saint Lawrence.

Abrazados por un ambiente casi post-apocalíptico, gélido y enervantemente estático, se nos narra un cuento desesperado que aterra porque es real, porque es algo que ocurre y que nos puede estallar a todos por un inesperado mazazo sobre nuestra vida. No necesitamos ver como duerme la gente entre cartones en el interior de un cajero con una botella de JB al lado. Da más miedo que eso, porque la desesperación de Ray y Lila transcurre dentro del propio sistema, entre supermercados, bingos y colegios, en un lugar en el que no puedes dormir en la calle porque hace mucho, mucho frío.

Además del drama individual de las dos protagonistas, vemos un drama social generalizado que desde hace tiempo viene azotando, irónicamente, el país más rico del mundo: el declive de la clase media. Y aunque también se nos muestra seriamente el drama de la inmigración ilegal, éste se utiliza sobretodo para enseñarnos lo irónico de la situación:

LILA:
Los cabezas de serpiente pagan para traerlos,
y los ilegales trabajan para pagar la deuda.

RAY:
¿Cuanto cuesta traerlos?

LILA:
40, 50.000… depende de donde vengan. A veces
tienen que trabajar durante años para pagarlo.

RAY:
¿¿Para venir aquí?? No me jodas.

Lo primero que puede seducirnos de Frozen River es el variado tono de su trama. Es un drama salvaje, pero también un poderoso Thriller. A veces incluso parece un documental, y otras una película del neorrealismo italiano (muy entretenida además). Eso le da una necesaria complejidad emocional a la historia, a pesar de ser, aparentemente, una película muy sencilla. Como la vida misma.

También nos seduce (y mucho) el trabajo de las dos actrices, interpretaciones que nos despellejan vivos por su absoluta fuerza y naturalidad. A través de ellas te lo creerás todo. Juntas hacen que el final de la película sea tan precioso.

Frozen River, sin embargo, brilla por su despiadada sensibilidad y realismo. La historia se siente y hace vibrar, es demasiado cierta, demasiado normal. Son pocas las películas que han llegado a un nivel semejante de autenticidad, tanto en la visión de un suceso como en la materialización de personajes; sin poesía barata, ni sensiblería americana. Está filmada con ternura y talento, como si vieras la vida a través de una ventana sin cristal. Hace frío, y te desnuda.

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