“Pecar de silencio cuando deberíamos protestar hace cobardes a todos los hombres “, dice una cita de Ella Wheeler Wilcox al empezar la película. Con esta premisa se nos deja bien clara la perspectiva con la que Oliver Stone abordará uno de los actos criminales más importantes y ultrajantes de la historia de Occidente: el asesinato de John Fitzgerald Kennedy. Stone, que también produce y firma el poderoso guión, ya sufrió una terrible presión al iniciar el proyecto en 1990, hecho que queda plasmado claramente en el subversivo y desgarrador grito de ira que lanzó al mundo con su película. JFK nos narra meticulosamente la investigación “no oficial” del asesinato del presidente norteamericano, que se realizó varios años después de su muerte por el fiscal de Nueva Orleans Jim Garrison ysu equipo. Es la historia de un complot, de uno de los montajes más perfectos y desvergonzados que se hayan perpetrado jamás.
Mediante un pulso narrativo brillante, JFK alimenta progresivamente en el espectador una terrible y necesaria sensación de duda y desconcierto de la efectividad de la democracia y la ya más que obvia opacidad de los gobiernos líderes. Tanto el fiscal Garrison como Oliver Stone demostraron con claridad (y sin mucho éxito) la verdad del quién, el cómo y el porqué del asesinato de Kennedy, aunque como bien dice el personaje interpretado por Donald Sutherland en la película “el quién y el cómo solo son entretenimiento para el público, pero lo que sí realmente es un escándalo que puede destruir el gobierno de nuestro país es el porqué, y eso es lo que debería saber la gente”. No puedo adelantaros nada, para eso es mejor ver la película y sumergirse en días y días de lóbrega e intensa reflexión y con algo de cabreo, porque, la verdad, es una película muy triste.
Lo más destacable de JFK es la extrema seriedad con la que se aborda la explosiva trama sin recurrir jamás a la obsesión ni la paranoia, tal y como fue la misma investigación de Garrison que tardó más de 5 años en conseguir pruebas suficientes para reabrir el caso Kennedy y llevarlo a los tribunales, en los que el fiscal se atrevió incluso a denunciar a la CIA y a los presidentes Nixon y Johnson como responsables del asesinato y de acusar a la Comisión Warren (que investigó el crimen) de realizar un montaje basado en mentiras, intereses y fascismo puro y duro. En resumen, con palabras del mismo Garrison: “ha sido un golpe de estado”.
Y como dice el título de este artículo, el arte del montaje, éste no solo radica en el complot en sí mismo, sino también en el soberbio trabajo que realizaron Pietro Scalia y Joe Hutshing, los artistas responsables de un montaje con sello propio, con carisma, y de gran parte de la arrolladora estética que tiene la película. Scalia y Hutshing dan a la trama una grandísima agilidad, haciéndola extremadamente entretenida, pero también podemos percibir algo más, algo que incluso el espectador poco habituado puede notar y averiguar, una tensión oculta que crispa el espíritu y excita, un corta y pega de planos y escenas que van aumentando la presión arterial y que lucha salvajemente contra el nervio del público; ya lo podemos percibir como un anticipo resumido en el magistral prologo inicial que abre JFK (que podéis ver más abajo), mezcolanza de imágenes de archivo e imágenes ficcionadas con un montaje realmente aplastante. Un crítico dijo: “nunca en los años noventa un Oscar fue tan merecido como el Oscar al mejor montaje de J.F.K.” Y buena razón tenía.
Invito a todo ser humano a enriquecerse con las dudas y el ejercicio reflexivo que provoca esta película, y con los atributos artísticos y técnicos que nos hacen entender qué es lo que hace que el cine sea cine. JFK quizá sea la película más oscura y polémica que hadado nunca el cine norteamericano, con un discurso que debería interesar a los ciudadanos de todos los países porque, en esencia, no habla solamente del asesinato del izquierdista Kennedy, sino que también nos muestra las grietas de un sistema político en el que cuando algo no interesa económicamente, se arregla mediante un ajuste moralmente algo cuestionable. Asesinar a un presidente elegido democráticamente no es un mero crimen humano, es la semilla que engendra una duda muy seria. Y admitámoslo, las siglas JFK siguen siendo un tabú hoy en día, unas letras que siguen perturbando y que demuestran que Kennedy no es todavía un ideal dormido. Pero tampoco quisiera ponerme paranoico…
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Aún así, el caso de Stone director demuestra que todos (dicen) tenemos un precio. Cúantos billetes le pondrían sobre la mesa para hacer la gloriosa y epifánica película sobre el "nine eleven"?
Muchos billetes, en efecto jajaj Pero no olvidemos que Stone es un patriótico, aunque de esos que parece que si hay algo del pais que es una mierda, no tiene inconveniente en mearse en ello. Precisamente por adooooorar su pais. jajajaj Y no me parece insano.