Los problemas sin respuesta: Un tipo serio

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Otra historia de los hermanos Coen que llega silenciosa y se desliza por debajo de la puerta, inadvertida, para luego atacarnos con su peligroso humor ácido.

Suena Jefferson Airplane, retrocedemos cuarenta años, y la historia nos sitúa en la vida de Larry Gopnik, un judío políticamente correcto. Larry se encuentra atascado en la vida porque empieza a tener todo tipo de problemas cuyo origen desconoce. Es un profesor de matemáticas, y no se entiende ni a sí mismo. El caos llega a su vida, y Larry cae en un abismo autodestructivo, dándose cuenta que ni sus matemáticas pueden darle sentido a todo lo que está pasando. Al hundirse en este indescifrable lodo (ese que consiste en sufrir problemas que no sabemos ni cómo han venido), Larry intenta encontrar respuestas en la élite de los rabinos sabios, y nos contagia la misma obsesión inconclusa, ¿qué es lo que está pasando?

Para los que no conozcan el cine de los Coen, “Un Tipo Serio” provocará escozor y sodomía audiovisual. Jamás entenderán qué han visto y tendrán pesadillas porque pensarán en las mentes retorcidas que han hecho posible algo así. Para los que se sienten adictos a las golosinas que acostumbran a darnos, descubrirán que en esta cinta se han dejado grapado algo totalmente personal y espiritual.

No quiero crear un mito snobista, pero ésta es la historia que llevaban persiguiendo durante muchos años. Tras “No es país para viejos”, que ganó cuatro Óscar, dos Globos de Oro y una lista de premios ilegible, y de “Quemar después de leer”, que vendió a un Brad Pitt gamberrete y un George Clooney esperpéntico, se nota que la taquilla y la crítica, como rara vez ocurre, se portó bien con ellos. Han ganado terreno y facilidades, y ese es justamente el precio para hacer lo que les ha dado la gana, que es una película a su medida, íntegramente libre, única.

En “Un Tipo Serio” todo forma parte de un complejo y retorcido mundo donde cada plano nos proyecta la cotidianidad de una forma encrespada. Las miradas de los personajes lo dicen todo, el diálogo únicamente entorpece más el desarrollo: es el desconocimiento de la vida misma. Los personajes, bizarros, son una estridente caricatura, son personas incomprensiblemente ineficaces, frías, muñecos raros que sólo empeoran la situación del protagonista y la desgastan. Todo lo que rodea a Larry se pone en su contra, nada es entendible.

Los problemas, que cada vez empeoran, crean una enorme bola de fuego muy típica en las películas de los Coen, una extraña bola letal que contagia tensión y atracción al pensar cuándo, dónde y contra qué va a estallar. Nos tropezamos con situaciones tan serenas y dramáticas, que no sabemos si llorar desconsoladamente o partirnos el culo de risa. Ese mismo principio de incertidumbre y de sentirnos perdidos por no saber cómo interpretar lo que está sucediendo es el mismo principio que afecta a Larry, y es lo que te hace trabajar el coco y te crea cosas por dentro del estómago. Es el mágico agujero de “Un Tipo Serio”, el huracán de mierda que envuelve toda la trama, el mismo huracán que llega a hacerse corpóreo y se manifiesta con fuerza.

La ridiculización de la religión judía también tiene su lugar, personificada como un embrollo farragoso de nombres y tradiciones impronunciables hasta para ellos mismos. Los judíos más sabios que atienden al desesperado Larry, supuesta panacea intelectual y espiritual, son el vacío más entristecedor, la nada. El no avance y la frustración, personas que sólo hablan de banalidades y cobran facturas.

Por último, la visión de que el mundo entero es algo raro, se hace una realidad en una historia independiente que nos cuentan al principio del film, una historia que podía ser perfectamente un cortometraje aparte. En ella, nos hablan sobre un anciano acusado de ser un dybbuk, un espíritu maligno nacido de la cultura judía y que puede poseer criaturas.
En este pequeño cuento, vemos a los Coen desnudar el folclore y la superstición; en realidad nos quieren contar que todo lo que ocurre en la vida, como al desgraciado y atormentado protagonista, no depende de un Dios omnipotente, sino de la trivialidad.

Y aún así, nos encaprichamos en buscar el misticismo dónde no lo hay, de la misma forma que Larry se refugia en la religión, el único sitio donde parece resguardado, intentando conocer la palabra de Yahveh, porque es demasiado cobarde como para enfrentarse a la vida él solo.

Por Romu A.

Comment (1)

A mi esta peli me gustó, pero a nadie más... me siento incomprendida.

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