La vida en el cine III: Beautiful Thing

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“Una vez creí que cuando el amor llegase a mí, lo haría con cohetes, campanas y poesía, pero…” Con este auténtico estandarte melancólico de la realidad amorosa que es la canción It’s Getting Better de Mama Cass, se inicia Beautiful Thing, la “Romeo y Julieta” de la era moderna, una de las comedias más tiernas e inteligentes que ha dado el cine inglés. La directora, Hettie Macdonald, nos sitúa la historia en los suburbios obreros londinenses a inicios de verano. Jamie no deja de faltar a clase y su madre, Sandra, ya no sabe qué hacer con él. En la puerta de al lado vive Steh, vecino de toda la vida, con su padre y su hermano, ambos extremadamente violentos. Una noche, la madre de Jamie encuentra a Steh en la calle con el cuerpo lleno de moratones y decide llevárselo a casa. Steh y Jamie, a falta de espacio, tienen que dormir en la misma cama, lo que, con el tiempo, dará lugar a miles de sensaciones y sentimientos maravillosamente nuevos para los dos.

Mediante un argumento poderosamente simple y con tan solo 90 minutos de duración, el guionista Jonathan Harvey consigue mostrarnos la vida y el amor en toda su esencia sin tropezar jamás con sentimentalismos baratos ni mentiras narrativas. Nos lleva de la mano a través de la vida y cambios de dos adolescentes que empiezan a ver y a descubrir ese amor que para ellos era, hasta entonces, solo algo tan hablado como abstracto. Y por supuesto, de unas emociones de las que están absolutamente desinformados. Lo lógico habría sido ahondar más en el pánico ante la perversión desconocida, en el miedo a ser incomprendido o, peor aún, agredido. Sin embargo, a Beautiful Thing no le interesa revolcarnos en horrores emocionales ni pretende que nos arranquemos las venas a mordiscos. Por supuesto, no es una película rosa pastel, hay mucho dolor, pero tan real y conocido por todos que tanto directora, guionista y actores han preferido lanzarse al juego del descubrimiento amoroso, a las miradas encontradas y a las primeras mariposillas que nacen como fruto de ese primer amor que casi todos conocemos y que muy pocas veces hemos podido encontrar tanto en cine como en literatura en una forma tan pura, dulce y real como en esta película.

Mucha gente comete el gran error de calificarla como cine de “temática gay”. Beautiful Thing trasciende a cotas mayores, los protagonistas son homosexuales, si, y para algunos de los personajes es difícil de aceptar, pero lo que se nos muestra no es cómo dos muchachos homosexuales viven su homosexual homosexualidad en un ambiente anti-homosexual, si no como dos personas descubren y sienten algo tan universal como el amor, en una edad tan cargada de problemas y efervescencia como es la adolescencia. Uno no puede sino contemplar esta sencilla y bonita historia con suma ternura y fascinación, tanta como viven Steh y Jamie su propio romance de verano que les despierta a la vida.

Además de lo obvio, la película también ahonda con mucha lucidez en temas como el desempleo, la desestructuración familiar, los malos tratos, la insuficiencia del sistema educativo, las madres solteras, el amor egoísta, el caos emocional y, envolviéndolo todo, la extrema carencia de esperanza y color en las vidas de millones de personas que dan su existencia por vencida. Y desde luego, todas las temáticas de la película abrazadas por un sentido delicioso y natural de la comedia que no hace sino insuflar más energía e ilusión a todo aquel que se dé la oportunidad de ver esta pequeña gran joya de la cinematografía europea, que les trasladará, quizá, a ciertas sensaciones del pasado que pueden haber olvidado ya.

A los personajes que conforman esta historia uno se los podría comer a todos a besos. No es que sean personas ni muy buenas ni muy malas, pero tiene algo muy real, algo en lo que nos podemos sentir extremadamente identificados. Hay para elegir: la confusión y fascinación de la pareja de Romeos, la divertidísima mala leche de la sentimentalmente disfuncional madre de Jamie, la completa enajenación mental de la friki-fan de Mama Cass de la vecina negra de 15 años, la inmadurez y bondad crónica del nuevo novio de la madre de Jamie… Todos personificados e interpretados magistralmente por un reparto de actores muy, muy carismáticos.

Mención aparte merece la alucinante visión artística de quien fuere el responsable de elegir las canciones que forman la banda sonora de Beatiful Thing. Íntegramente de Mama Cass y The Mamas and the Papas, la música acaba resultando otro personaje más, creando con su presencia gran parte (sino toda) de ese extraño ambiente mágico de cuento pop que tiene la película. Temas como It’s Getting Better, Dream a Little dream of me o la poderosísima Make your own kind of music que, como la película, nos lanza el esperanzador (y verdadero) ideal de libertad, de haz tu propia clase de música, canta tu canción especial, lábrate tu destino y ama, ¡ama! y siente como la vida despierta en ti.


Comment (1)

Tu lo has dicho. Ternura y fascinación. Dos cualidades que deberían ser imperativo moral para todo aquel que se precie vivir plenamente.

Sigue así, Miguel. Tus vividas críticas son necesarias para tí y para tus lectores.

Salut!

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