Fe, comercio y machismo: Las hermanas de la Magdalena (2002)

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“En la Magdalena tenemos una filosofía muy sencilla. A través de la oración, la limpieza y el trabajo, las que han caído pueden volver a Jesucristo nuestro Salvador. […] En nuestra lavandería no sólo hay ropas y sábanas, sino los medios necesarios para limpiar vuestras almas y para borrar todos los pecados que habéis cometido. Aquí os redimiréis, y con la ayuda de Dios os salvareis del fuego eterno… El desayuno es a las 6, se reza a las 6 y media, el trabajo empieza a las 7.” Con estas palabras, se introduce en “Las hermanas de la Magdalena” el personaje de la madre superiora, uno de los villanos (y con todo lo que su personaje representa) más logrados del cine contemporáneo. Escrita y dirigida por el actor inglés Peter Mullan, la película narra la historia real de cuatro muchachas que, en los años 50, fueron marginadas por sus familias e internadas en uno de los cientos de reformatorios cristianos en los que, mediante la esclavitud y la tortura física y psicológica, se las pretendía conducir hacia la salvación espiritual.

Con “Las hermanas de la Magdalena” nos sumergimos hasta el fondo y abismo de una pequeña autocracia religiosa establecida en una isla atemporal en forma de convento. En ella, y conducidos por 4 chicas cualquiera que representan a todas, vivimos el horror y la decadencia a las que las muchachas son rebajadas con peligrosos fines lucrativos, silenciados durante décadas y tolerados por la población. Las lavanderías en las que eran esclavizadas las muchachas, y dónde la tortura y el aislamiento eran justificados, generaban una grandísima cantidad de beneficios, y estaban protegidas legalmente por ser obra de Dios y bajo el amparo de la Santa Iglesia.

Se trata, por tanto, de una película de profundísimo contenido crítico, que no pretende únicamente denunciar la exageración perversa de la Iglesia, sino también un machismo venenoso contagiado a las mismas mujeres. Porque el mundo que juzga a las chicas que han tenido un bebé sin estar casadas, o que han tenido una relación sexual pecaminosa, o porque sencillamente tienen una personalidad dada a la seducción, es un mundo de hombres, y el mundo de mujeres (en este caso de monjas) al que son marginadas se trata de una mera continuación de esa misma tierra machista a la que tampoco pueden escapar. Las Magdalenas están condenadas, tanto dentro como fuera, y eso es precisamente lo que Peter Mullan nos demuestra con este terrorífico cuento de perversión y horror psicológico. Por suerte, Mullan se transforma en un profesor con el don del cine, y nos ofrece una auténtica lección de historia con necesarias pretensiones de crítica y homenaje moral. Y, a su vez, un producto cinematográfico arrolladoramente entretenido y fascinante, tan perturbador como austero, sin tender jamás al sentimentalismo forzado ni a las concesiones fílmicas. La historia de las hermanas de la Magdalena se nos cuenta con muchísima inteligencia, ferocidad y lucidez, amparada por un guión meticuloso en sus diálogos y situaciones, una puesta en escena efectiva y muy sugestiva, y por un reparto magnífico de actores. Cabe destacar el terrorífico personaje de la madre superiora (interpretada por una maravillosa Geraldin McEwan), que ejemplifica a la perfección la enajenación mental de algunos líderes religiosos que destruyen y diezman a las personas por su propia ignorancia y su fe hipócrita y exagerada.

El escándalo mediático provocado por “Las hermanas de la Magdalena”, que ganó el León Oro del Festival de Venecia, abrió una fuerte brecha de debate en relación a lo crímenes contra la humanidad perpetrados por la Iglesia y en nombre de Dios, facilitando, a su vez, que más de 30.000 mujeres retenidas en el pasado, se atrevieran a denunciar y declarar los abusos y vejaciones que sufrieron en los conventos de la Santa Magdalena repartidos por toda Gran Bretaña e Irlanda. La Iglesia llegó incluso a pedir perdón oficialmente por las miles de vidas y familias destruidas en estos internados cristianos, el último de ellos cerrado en el año incomprensiblemente actual 1996. En nombre de Dios o de Carmen de Mairena puede hacerse cualquier cosa. Y se hace.

Aquí os dejo una escena de la película que he extraído del dvd.

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