Posted in El resplandor , Romu A. , Stanley Kubrick , The shining
Stanley Kubrick fue y será uno de los mejores directores de cine de la historia. No tuvo suficiente con masticar la sátira y comedia en “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú” ni tampoco con revolucionar la ciencia ficción en “2001: Odisea en el espacio”. La violencia y el bizarrismo social de “La Naranja Mecánica” tampoco le detuvo, ni si quiera los films de trasfondo histórico como “Barry Lyndon” o el clásico “Espartaco”. Victorioso por tocar tantos géneros le faltaba arriesgarse en uno de los más complicados y retorcidos: el cine de terror. Universalizar el terror es un reto ya que no todos tenemos miedo a las mismas cosas. “El Resplandor” (The Shining), de 1980, narra cómo Jack Torrance, un hombre sereno y educado, se muda con su mujer y su hijo de 7 años a un enorme hotel que tendrá que vigilar y mantener durante un largo invierno. Un lugar tan aparentemente inocente y reconfortante como un hotel desocupado pasará a ser una prisión sin salida inundada de inquietudes; una ventana abierta hacia la demencia humana.
Poco a poco, Jack se ve atrapado en un infierno. Intenta escribir una novela, pero su mujer le interrumpe y le irrita. El niño solo empeora las cosas con sus travesuras. Jack ni duerme, ni vive y su paciencia se deshace entre las infinitas estancias del hotel. Pese a la inmensidad del edificio, Jack se siente asfixiado y encerrado porque nadie puede escuchar sus lamentos. Las únicas personas que tiene a su lado son justamente las que empiezan a descomponerle la cabeza.
El propio edificio que debe protegerle se convierte en su peor enemigo: un agujero negro donde se congela el tiempo. Los minutos parecen horas y las horas, días, que transcurren como semanas o épocas enteras. La historia sucede en apenas un par de jornadas y la turbia sensación es que han pasado años dentro de ese lugar, inconexos de la civilización. La escrupulosidad de Kubrick al construir las imágenes es igual de terrorífica que la propia historia. Los espacios siempre se presentan con perspectivas muy generales que se mueven lentamente y nos empujan hacia una pesadilla sin frenos.
La banda sonora es igual de agobiante y turbadora, es un enfermizo ritmo de sonidos fríos y metálicos, un conjunto de notas que parecen gritar desde lo más profundo de un pozo y que terminan estallando en un éxtasis imparable.
Y es que hablamos de una película de culto, porque por muchos años que pasen (30 de momento) sigue conservando el aurea de angustia y maestría narrativa. Lo que se ve es lo que se cuenta, y lo demás no importa. Un film sin efectos especiales digitales, sin gore, sin monstruos. El Resplandor se levanta por dos actores principales, un edificio y una técnica apabullante.
Jamás se podrá borrar de la retina una puerta de ascensor abriéndose y vomitando un torrente de sangre que empaña toda la pantalla o unas gemelas agarradas de la mano y mirando fijamente a cámara. ¿No te morirías de miedo si tu marido intentara matarte a ti y a vuestro hijo con un hacha de leñador sin saber porqué?
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