Crónica de la desesperación: Missing (Desaparecido)

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Con Z (1969), Costa-Gavras ya comenzó a manifestar la que sería una de las voces más críticas y polémicas de la historia del cine moderno. Muchos cineastas y espectadores de todo el mundo siguen preguntándose cómo es posible que nunca le hayan pegado un tiro. Y no es de extrañar, porque sin pelos en la lengua y con una capacidad crítica aplastante, Gavras ha ofrecido a la humanidad, no solo la exploración de temas y sucesos políticamente delicados, sino que también nos ha estimulado reflexiones realmente necesarias, envueltas, además, en una sensibilidad maravillosa. Sus películas, aparte de documentos socio-políticos desgarradores, son ensayos condenadamente humanos.

En 1982, con un guión basado en la novela homónima de Thomas Hauser, el montaje de Françoise Bonnot, la música de Vangelis y las interpretaciones de Jack Lemmon y Sissy Spacek, Costa-Gavras filmó Missing en la ciudad de Acapulco. Basado en hechos reales, cuenta la historia de Charlie Horman, un joven periodista norteamericano afincando en Santiago de Chile que desaparece días después del golpe de estado del general Pinochet en 1973. La mujer de Charlie, desesperada, pide a su escéptico suegro (Ed Horman) que se reúna con ella en Chile para ayudarla a encontrar a su marido. Juntos, se hundirán en un despiadado infierno burocrático en el que deberán luchar ciegamente contra la oscura administración norteamericana.

Durante 2 horas de metraje, seremos partícipes de la mayor de las impotencias, sufriendo junto a los protagonistas de una situación verdaderamente espeluznante. Es curioso, porque Gavras consigue que cuanta más esperanza exista, nuestra ira sea cada vez mayor. Missing pone a prueba nuestra paciencia e integridad, estrellándonos contra el muro de la burocracia que esclaviza a todo aquel que intente sortearlo. Degeneradas, viciosas y ruines son las estratagemas de despacho que la administración norteamericana usa fríamente para quitarse de encima la puñetera e insistente búsqueda de Beth y Ed Horman. Un juego perverso que estremece por ser real, la tortura del papeleo elevado a extremos que ya no solo juguetea con la entereza de las personas, sino también con sus sentimientos. Algo peligroso, y criminal. De esta manera Gavras trata el tema político, justificadamente, como un estercolero y la mayor red de cloacas inmundas del planeta.

Claro que Missing no es monotemática. Su principal razón, naturalmente, es la crítica a la deshumanización de la política y el esclavismo burocrático. Pero ese tema, a diferencia de la mayoría de films de concienciación social, no es mera rebeldía pseudo-antisistema; se nos presenta de una forma muy humana e inteligente, a través del amor de un padre y de una pareja, de dos familiares desconocidos que se detestan y que han de aprender a quererse para mantener intacta la integridad y fuerza necesarias para luchar contra el juego de la administración. También mediante los conflictos generacionales eternos entre jóvenes y mayores, a través del miedo, la locura y la mutilación de una generación idealista cuya pretensión de necesario cambio fue cercenada salvajemente de un solo golpe. Sí, se juzga el bastonazo pinochetista, critica ferozmente la política norteamericana, pero se nos pone en manifiesto algo mucho más global y preocupante, la manipulación que ejercen los poderosos no solo sobre nuestra calidad de vida, sino sobre nuestros anhelos y sentimientos más íntimos.

La inconmensurable ira que nos produce la película minuto tras minuto, no es ni mucho menos una tortura para el espectador, es un gratificante obsequio de realidad, veracidad, trasparencia y objetividad. Claro que la verdad a veces quema, y en Missing abrasa. Pero hay que dar las gracias por poder ver una película como ésta que además ha servido a la humanidad, extendiendo la consciencia sobre política y crímenes de guerra para intentar sacar al mundo de la ceguera, aunque solo sea un poquito. El Oscar al mejor guión, la Palma de Oro y el premio al mejor actor en el Festival de Cannes, los BAFTA al guión y al montaje, la crítica… no sirvieron únicamente para glorificar y remunerar los obvios atributos artísticos de la película, sino que esencialmente ayudaron a una mayor distribución mundial de su discurso, a acercarla más y más cerca al público para que sepa.

Las interpretaciones de Jack Lemmon y Sissy Spacek merecen una alusión especial. Lo que estos dos actores hacen en la película pone la piel de gallina. A Lemmon nunca lo vimos tan serio. Convertido en el paradigma de padre, en cada plano, de sus ojos se derrama la tristeza más profunda de su alma. Y Spaceck, que con sus andares débiles y su frágil actitud nos construye a lo largo de la película un personaje ejemplarmente sensitivo, el amor y la ternura personificados.

Es algo que podemos ver claramente con la impotente existencia de este trío protagonista y sus conclusiones: quitadnos el dinero, aniquilad nuestra libertad física, pero nuestra libertad interior… no os atreváis, eso no se toca. Porque tarde o temprano, todo hijo sano se rebela.


He sacado una pequeña escena que creo ilustra a la perfección el ambiente un tanto claustrofófico de la película.Tranquilos, no es el final.

Comment (1)

Cómo no he visto yo éste piníiiicula?! A la lista de las pendientes a la de ya.

Gracias, chato.

PD: De éste buen hombre he visto dos y me irrita y fascina a partes iguales, qué contradictorios sentimientos para un cinéfilo.

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