Nos metimos en una sala pequeña, íntima. Oscura como todas las salas de cine.
Se cierra la puerta y nos encierran como al personaje de Edgar Allan Poe en su cuento "El barril de amontillado", en la eterna noche de estar con nosotros mismos. Según avanza la película, el personaje pasas a ser tu mismo, son tus pies los que no se mueven mas que unos centímetros, eres al que le falta el aire y siente calor (da igual que como en todos los cines, el aire acondicionado esté en el cero absoluto a -273º, pasarás calor)
Y de esa comunión tuya con el actor nace la misma experiencia que sientes como si estuvieras en tu cama, en una noche sofocante de verano, constantemente desvelado por pesadillas y pensamientos. Es una película intranquila, desasosegante y dura, de un hombre que está en una caja, no hay más, el y la caja, y tú, que te retuerces con él, como una serpiente nebulosa, y digo serpiente porque todos los artilugios narrativos que usa esta película, giran en torno a los miedos profundos e internos del ser humano, los primitivos, la oscuridad, la muerte, la incomunicación, la locura, la maldad, la serpiente como elemento onírico y místico de un miedo atroz e inexplicable, que antes de salir en forma de grito, se ahoga dentro.
Y de esa comunión tuya con el actor nace la misma experiencia que sientes como si estuvieras en tu cama, en una noche sofocante de verano, constantemente desvelado por pesadillas y pensamientos. Es una película intranquila, desasosegante y dura, de un hombre que está en una caja, no hay más, el y la caja, y tú, que te retuerces con él, como una serpiente nebulosa, y digo serpiente porque todos los artilugios narrativos que usa esta película, giran en torno a los miedos profundos e internos del ser humano, los primitivos, la oscuridad, la muerte, la incomunicación, la locura, la maldad, la serpiente como elemento onírico y místico de un miedo atroz e inexplicable, que antes de salir en forma de grito, se ahoga dentro.
Los recursos técnicos que se aplican en la película merecen mención aparte. Son magistrales, sutiles y borrachos de ingenio. Como el montaje, invisibles como una tela de araña.
Del buen cine siempre se dice que se tiene que verse mas que leerse, pero en este caso, la palabra sería sentir, notarlo. Merece tu tiempo, que te entierren vivo (sólo por una hora y media) y verás que no hace falta 3D para que notes la arena y el sudor mezclarse. Cada astilla del ataúd cobra dimensiones y valores inconcebibles en el mundo real. El microcosmos laberíntico de la locura.
No voy a negaros que las licencias cinematográficas que debemos dar a la película son elevadas, pero no nos sacarán de la caja. Empezando por las tramas subtramadas con ejes políticos sobre las que circula la razón por la cual el hombre ha sido enterrado y siguiendo por los diálogos american style que, primero aceptamos, luego normalizamos, hoy ya nos suenan a falsos (aunque la realidad sea exactamente esa) Pero me lo trago, es un pastel.
Salgo de la sala cansado, igual que una mala noche dando vueltas en la cama, en la que no se cuando he podido dormir o cuando daba vueltas, no se nada, no se diferenciar mi experiencia real de la que veía en la pantalla. Sólo hay una cosa importante en una buena película, que te acuerdes de algo de ella después de haberla visto hace días, o mejor aún, que como un bizcocho, crezcan con los días esos pensamientos.
Yo tengo una imagen en la cabeza, pequeña, como el cromo que un niño lleva a todas partes, desenfocado pero preciso. Un detalle exacto de mi propio silencio un segundo antes de meterme en la cama, y...
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