Bievenida y propósitos.

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El Cine ha existido siempre, su esencia. Desde tiempos remotos, los seres humanos han necesitado y disfrutado las historias (algunas muy elaboradas) de los cuenta cuentos, juglares y profetas que han vagado por todas las zonas del planeta regalando a la humanidad emoción, magia, conocimiento y respuestas. Desde los cuentos árabes hasta el Popol Vuh y las leyendas caballerescas medievales. Estos magos de la imaginación y artesanos de la narración, reunían a muchas o pocas personas alrededor, físicamente sumisas ante la ficción (o realidad) embellecida que iban a disfrutar. Seguramente en un principio no era más que un entretenimiento para relajar el espíritu tras una dura jornada de trabajo, o para transmitir códigos de conducta y guías para la supervivencia. Con el paso del tiempo, este arte fue evolucionando, y arrancando cada vez más las experiencias vitales tanto de los creadores como de los transmisores. Ya no solo entretenían, si no que licuaban el alma, ayudaban a comprender, aceleraban la evolución de los sentidos y de las sensaciones. Las emociones básicas de miedo, adrenalina, terror o risa empezaron a potenciar y a mutarse en empatía, creando nuevos estados como extrañas tristezas, perturbación visceral y sobrecogimiento. Pura magia, la magia de lo irreal que se transforma en algo real en los cuerpos, mentes y espíritus de los espectadores sumisos.

Estas “distracciones” plebeyas fueron la base (en gran medida) de la música, la literatura y el teatro, que vivieron su propia evolución durante siglos, demostrando que el ser humano siempre ha necesitado mucho más que el trabajo, el dinero, la fiesta, las relaciones y el descanso. Porque el arte de contar historias, ya desde sus inicios, ha ayudado a las personas a conocerse más a sí mismas, ha descubrir el yo y exaltarlo, llenando de esta manera esa fracción de conocimiento y evolución que ocupan los sueños, la ilusión y la abstracción en el camino de las personas, fragmento indispensable junto a las enseñanzas vitales del trabajo y el amor, que conforman el crecimiento y la evolución de la raza humana como seres pensantes, capaces de hacer magia e interiorizar el volumen de la vida.

Y en los albores del siglo XX, y gracias al progreso de la tecnología y la química, nacieron la fotografía y el cine, los hermanos de sangre, cuyo uso aún era desconocido, pues solo eran una herramienta descriptiva del entorno. Pero no fue necesario mucho tiempo para que el ser humano asociara el arte de contar historias con esas técnicas modernas, y fue ahí cuando se inició otra evolución importantísima en este arte. Con las técnicas cinematográficas, el cuenta cuentos, ayudado por otros artistas y artesanos, empezó a tener a su disposición una insólita cantidad de opciones y recursos para elaborar historias nunca antes imaginadas, apoyadas y estimuladas por la luz, la música, el lenguaje físico y oral, la magia química… Ya no era indispensable evocar con palabras, sino también con estimulantes imágenes y sonidos. Introduciendo a los espectador en un mundo de inenarrable intensidad, una experiencia espiritual que podía vivirse en grupo pero que, a su vez, poseía la maravillosa capacidad de poder ser vivida al mismo tiempo de forma individual, interior, en la más absoluta intimidad.

La poesía, la narrativa, la música, el teatro, la escultura, la tecnológia, la física, la química… cedieron una porción de sus volúmenes para construir un arte que podía envolver al espectador como solo puede hacerlo la vida misma.

Bienvenidos a esta web, donde intentaremos dar esta visión del cine, más allá de lo intelectual y lo técnico, centrándonos sobre todo en lo puramente emocional, aquello de una película que no sabes si es por el uso de un contrapicado o por su relación con el pensamiento nietzscheriano, pero que te ha estremecido hasta las mismísimas entrañas haciéndote sentir y creer en cosas que en la la vida corriente a veces no tienes tiempo de percibir, de ese auténtico espejo de la existencia que se abre ante tí en la negritud de la sala: las películas.

Comment (1)

El poder evocador y, sobretodo, especular de la ficción es lo que nos la hace vivir como real.

Sin los sueños, la vida sería un error.

Un caluroso abrazo, Miguel :-)

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